Son las 5:00h de un lunes cualquiera y mi reloj despertador suena… quiero ignorarlo porque a decir verdad no he dormido ni una hora, pero los nervios que causa el comienzo de una nueva aventura me dan fuerzas para levantarme.
El tren hacia Valencia sale en hora (suerte la mía porque se ve que normalmente no es así), y se me pasan las horas de trayecto leyendo sobre Aitana, mi nueva empresa, e imaginando lo que puede esperarme. No tengo miedo, eso ya lo perdí hace mucho, pero sí curiosidad por saber cómo serán mis días venideros.
Logro llegar muy pronto al que será mi lugar de trabajo durante una semana y lo que encuentro nada más llegar a la oficina son muchas caras sonrientes, amabilidad y caballerosidad.
Me recibe María Jesús, una gran persona que no deja de sonreír y de hacerme, conforme pasan los días, las cosas mucho más fáciles. Acto seguido viene a buscarme Fernando Ruiz, director comercial de Valencia. En esta semana yo seré su Padawan.
Fernando es el tipo de persona que te inspira confianza desde el primer minuto, te explica las cosas con claridad y te mete en el lío en un momento… cosa que agradezco porque de lo contrario me habría dormido (teniendo en cuenta que no he dormido prácticamente nada durante la noche).
El primer día veo los toros desde la barrera y me doy cuenta que todo el equipo de Aitana es comprometido y muy cordial. Hace mucho que no trabajo con un equipo así. Este no será mi lugar de trabajo habitual, pero me alegra saber que la empresa tiene bases sólidas, y esto me hace sentir más tranquila.
Los días van pasando y colaboro con Fernando en el cierre del trimestre, a la par que me va explicando cosas de lo que será mi día a día. Visitamos a un primer cliente, que nos deja buen sabor de boca porque es una batalla ganada en la que en cuestión de días se formalizará la venta. Y para celebrarlo, nos vamos a comer al restaurante de un ex “Aitano” el cual ha dejado el mundo de la tecnología por los fogones; y aunque la cocina se le da de muerte, echa mucho de menos el mundo Aitana (por algo será, ¿no?).
Mi semana en Valencia transcurre entre mucho trabajo y buen rollito, y al volver al hotel cada día, no tengo fuerzas para hacer deporte (las bambas y las mallas han venido a pasear), pero no me importa. Mentalmente me siento bien, me gusta cansarme con cosas agradables y mis jornadas lo son.
Llega el último día y lo cerramos con broche de oro visitando a un cliente. Vuelvo a casa acompañada por Lourdes, quien será una de mis compañeras de trabajo en Barcelona, y entre anécdotas y risas se nos pasan las horas de viaje.
Ya de vuelta a mi casa, hago balance de lo ocurrido y a nivel laboral, pienso en lo muy entretenida que estaré con tantas oportunidades y proyectos en marcha que tenemos sobre la mesa, y a nivel personal solo puedo encontrar en mis pensamientos buenas sensaciones y mucho agradecimiento a las personas que me echaron una mano para que todo fuera de esa manera.
En primer lugar, a Pedro de Castro por hacerme el aterrizaje en la empresa tan fácil. En segundo lugar, a Fernando, quien me ha puesto en situación y me ha explicado la manera de trabajar en Aitana. A María Jesús y a Elena, por compartir conmigo un japo buenísimo y muchas risas. Y finalmente, a Nacho, Ana y al resto del equipo. Gracias, muchas gracias por la buena acogida.
Amparo Valest
Departamento de ventas
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