Se dice que el email es en nuestra era lo que las cartas eran a la etapa pre-digital. Lo comparto, pero solo en parte. Efectivamente, el email es un excelente substituto de las cartas, hasta el punto de casi haberlas hecho desaparecer. Los motivos son varios: la inmediatez en enviar y recibir, la garantía de entrega, la facilidad de escritura, la posibilidad de añadir contenido multimedia, un coste mucho menor, etc.
Pero no debemos olvidarnos que esas ventajas comportan, o deberían comportar, un cambio de comportamiento.
Cuando enviábamos una carta, dábamos por sentado que teníamos una variable incontrolada: el tiempo de entrega. Por este motivo, una no-respuesta en el tiempo razonable era una circunstancia que entraba dentro de las posibilidades y que, por lo general, nunca achacábamos a dejadez por parte del receptor (o al menos siempre quedaba el beneficio de la duda).
La generalización del email ha provocado distintos comportamientos en los usuarios, algunos de los cuales no tienen en cuenta el efecto que tienen en quien envía un email. Me explicaré: no diré que uno deba responder inmediatamente a cada email que le llega, pero es altamente “no empático” quien no responde a los correos, al menos, el mismo día de recibirlos.
El email es inmediatez; uno sabe que se recibe en cuanto se envía. Se puede entender que no siempre estamos preparados para responder, pero suele provocar irritación la sensación de una respuesta no recibida.
Considero que hay algo no aprendido y tampoco enseñado: lo llamaría la “educación digital”, que implica ciertas servidumbres derivadas del medio, y que, al igual, que la educación convencional, permite a la gente relacionarse de modo adecuado, respetuoso y respetable.
Se debería intentar atender uno a uno los emails, si no es inmediatamente por tener una reunión, un trabajo en curso o lo que sea, inmediatamente después. En el caso de que el email requiere cierto trabajo antes de responderlo, es preferible contestar diciendo “dame tiempo” antes que dar la callada por respuesta.
Deberíamos tratar el email como el teléfono o, como mucho, como el contestador automático, no como el correo convencional.